jueves, 30 de junio de 2011

Ding Dong.

El timbre sonó, mientras se acercaba hacia la puerta dio la ultima calada a su cigarro. Soltando el humo mientras miraba por la mirilla no pudo ver nada detrás de la puerta. Extrañado decidió abrir y ver si alguien andaba cerca. Al no ver a nadie por los alrededores de la casa entró en la misma muy extrañado e intrigado por quien había podido ser.

Horas más tarde, mas o menos sobre las 4 de la madrugada el timbre volvió a sonar. Muy asustado teniendo en cuenta las horas que eran, cogió un palo de metal que usaba para sostener una pata rota de la mesa de su cocina y se decidió a abrir. Al abrir solo había una CD que colgaba de un hilo de pescar, que estaba atado en una especie de techado que había en la entrada de su casa. 
Intrigado y asustado como el que más, escucho el contenido del CD. En el cual se podía escuchar la voz de una dulce niña entre carcajadas que decía: A la tercera va la vencida.

El hombre sin saber como interpretar el mensaje decidió no darle muchas vueltas y tras asegurarse de que todo estaba bien cerrado volvió a la cama. El pánico no le dejaba dormir.
Una única hora había pasado desde que el timbre sonó por última vez pero para él fue como sus 38 años de vida. Entonces sonó.
Esta vez aterrado no quiso abrir pero lo que más le asustaba es que no insistía quien quiera que fuese.
Casualmente el reloj extraviado de su salón marcaban las tres menos cinco y la aguja avanzaba hacia las tres pero siempre se quedaba marcando aproximadamente las 3 menos un minuto.
El sonido de las agujas del reloj era agobiante.
Como por arte de magia el reloj se soltó de la pared impactando contra el suelo de una manera brutal, cortando todo el silencio de la noche.
Sin fuerzas y agotado de no haber dormido casi nada en toda la noche, se levanto y cuando miro al reloj, estaba marcando las tres. ¿Os imagináis lo que viene ahora?

miércoles, 29 de junio de 2011

Mierda.

Pateando las calles, con la mirada el frente y fría como el propio hielo; asustando a viejas, a niños e incluso a algunos adultos; escuchando ruido agresivo que llega a intimidar a cualquiera; con un rostro que expresa dolor, temor y furia.
¿Sois capaces de atreveros a marginarme o mirarme mal por ser como soy, vestir como visto y escuchar lo que escucho?
Joder si voy así es porque mi ser expresa la mierda de sociedad que formáis con vuestras miserables vidas. Mi existencia es culpa únicamente de ustedes mismos.
Iros a tomar por culo hipócritas.

martes, 28 de junio de 2011

Reflejos.

Me encontraba solo delante del espejo, observaba los segundos pasar delante mía como el vagabundo que observa la gente como muerta pasar, no sabia que hacer si decidirme a salir de aquella habitación, o seguir allí.
Sabía que no estaba aprovechando el tiempo, pero eso no me importaba porque eramos tan parecidos, me sentía en armonía con él. No comía, ni si quiera bebía.

Era una situación un tanto extraña teniendo en cuenta que él y yo no hablábamos, pero si me imitaba, al principio creía que se burlaba de mi, luego le pille la gracia y era su humor.
Cogí confianza con él, con el simple hecho de compartir una mirada que expresaba exactamente el mismo dolor que mis ojos exhaustos de contemplarlo días y días sin dormir.

Unas horas después de reflexionar sobre mi tipo de relación con él, me decidí a saludarlo:
-Buenos días – dije de manera cordial.
-Hola. - tras un minuto de incertidumbre - ¿Sabes quien soy?
-Creo que sé quien eres, eres el chico al que llevo observando 3 días pero no, ni me suenas, ¿sabes?-dije con un tono irónico.
-Eres un tipo gracioso, ese tipo de comentario lo hubiese dicho yo- dijo entre risas.
-¿Sabes? A veces cuando te observo me pregunto que estará pensado, y no se me dio por pensar que en todo este tiempo de silencio quizás estarías pensando en si empezar a conversar. No me lo he tomado a mal ya que yo suelo ser también un chico muy tímido y lo entiendo.
-Justo eso te acabo de conocer y ya sabes como soy, alucino contigo.

Esas palabras empezaron a penetrar mi mente, me confundían. Mientras reflexionaba, apreciaba más semejanza con él. Conforme más conversación entablábamos, más quería intimar.
Creo que empezé a darme cuenta de lo que realmente pretendía.

-Vistes bien, me gusta tu estilo.
-¿No te resulta familiar?
-Teniendo en cuenta que llevo 5 días sin parar de observarlo, yo diría que un poco.
-Veo que tienes un buen sentido del humor a parte de la vista, quizás no te haga tanta gracia el saber cual es la razón de llevar 5 días sin parar de mirarme.
-No puedo parar por un simple motivo, creo que he encontrado alguien que se asemeja casi en su totalidad a mi persona, creo que es interesante.
-¿Te crees muy culto verdad? Piensas que con un par de palabras inteligentes, y unas cuantas miradas observadoras vas a conseguir mi rendición, y siento comunicarte que esto, no ha hecho más que empezar.

Ahí lo supe, empezó a desafiarme. Me miraba mal, su mirada de cuero se clavaba en mi mente.
Lo tenía que hacer y empecé a planearlo todo.

-¿Te encuentras bien?
-Yo sí ¿Por que lo dices?
-No se empiezas a contestarme cosas que no tienen mucha coherencia con lo que te estoy diciendo, me empiezas a dar miedo..
-¡Otra vez igual! (se levanto y con su puño cerrado lo golpeo)

Ese hombre que observaba durante días se rompió en mil pedazos. Comprendió al ver su mano sangrando que él sería el siguiente y tras un último suspiro del mas sincero dolor, se desplomó y calló inofensivo ante la muerte.

Cúmulo de sentimientos

Pasan las horas, los segundos. A cada cual más bello, a cada cual más horrible, a cada cual más dulce, a cada cual más amargo. Cúmulo de sentimientos, actos concretos, comentarios, preguntas, respuestas, hechos, cosas por hacer. Actitudes que me nublan, me sonríen, me distraen, me hacen sonrojar, hacen que me esfuerce, que desespere, que me esperance, que siga a delante...
A mis dieciséis años de edad lo pienso y es que nada ha variado desde que tengo capacidad de pensar de una manera más profunda e intentar comprender ¡Ojo! Intentar, aún no comprendo, creo que lo entiendo todo, que estoy capacitado para enfrentarme a lo que quiera ponerse en mi camino. Cuando de repente, así, sin más, de la nada. Aparece un ser indefinido, o quizás un sentimiento desconocido, o quizás todo lo pueda englobar un etcétera al final de una oración en la que se narren las millones de cosas por descubrir.
Y tengo que empezar de cero, como el que vuelve a nacer. Lo más curioso es que me encante tanto como lo desprecio. Se que algún día sabré todo lo que he de saber, entonces habré acabado aquí.