El otro día fui al peluquero porque ya tocaba pelarme, entre que me hacía falta y el calor que hace era una buena elección.
Al llegar al lugar, el peluquero estaba pelando a un hombre de unos 30 años de edad que tenía un hijo de unos 5 años de edad, el cual esperaba ansioso en los sillones de la sala a que su padre terminase al igual que yo.
Resulta que el chaval tenia unas gafas de sol que para el tamaño de su cabeza se quedaban muy grandes, era gracioso y ridículo.
Él esperaba a que le prestase atención para quitarse y ponerse las gafas de miles de maneras diferentes para presumir de que tenía eso que para el era algo increíble.
Recuerdo que empezó a desvariar pero en fin no se puede pedir mucho mas de un niño de 5 años; se quito las gafas les dio la vuelta y se las puso al revés y casi se les caen al suelo ya que su nariz no era capaz de aguantarlas. Después le dio la vuelta a la silla, miro hacia atrás para ver si le estaba observando y se colocó las gafas detrás en la parte de la nuca.
Después de eso yo ya estaba alucinando, estaba un poco pirado pero en fin me hizo sonreír en varias ocasiones. Por un momento fui tan feliz como él, consiguió que volviese a la infancia y me hizo recordar aquellos días en los que cualquier gilipollez me hacia ser el personajillo mas feliz de todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario